Casi todos los pintores
surrealistas hicieron alguna escultura como el polifacético Ernst que realizó
obras en yeso o bronce como Edipo rey (1934), Espárragos lunares (1935) y Miró
que combinaba cuerda, alambres y chapas de metal (Pájaro lunar, 1968).
Los más importantes escultores
fueron:
Jean Arp (1887-1966), tras su
etapa Dada donde había hecho relieves coloreados, pasó al Surrealismo
realizando, en piedra y bronce, composiciones exentas con formas ovaladas o
curvas como en Concreción humana. Evolucionó posteriormente hacia la
abstracción geométrica.
El suizo Albert Giacometti
(1901-1966) tras unos inicios cubistas tuvo una etapa surrealista de 1930 a
1934, en que se separó del movimiento. Preocupado por la figura humana, sus
esculturas eran de poca masa, «una especie de esqueletos en el espacio» según
su definición, de yeso, madera o metales. Destacan La mujer degollada (1932) y
Objeto invisible (1934), una melancólica figura femenina. Sin embargo su obra
más conocida pertenece al Expresionismo y es posterior a la Segunda Guerra
Mundial, con sus figuras alargadas y consumidas, aisladas o en grupo, que
expresan la soledad del hombre contemporáneo, como Hombre que zozobra (1950).
El español Alberto Sánchez
(1895-1962) realizó unas originales y estilizadas figuras con huecos
sugerentes, cargadas de poesía como El pueblo español tiene un camino que
conduce a una estrella (1937). Tras la guerra civil se exilió en la URSS donde
murió.
0 comentarios:
Publicar un comentario